viernes, 5 de abril de 2013

Julieta piensa: se busca, primera parte

Hola amigos, siguiendo con la historia del gato, como les conté, después de fotografiarlo pacientemente - porque no quería quedarse quieto y muchas veces se escondía en las profundidades del ropero en el momento justo de hacer click con la cámara del celular - alcé las fotos a la computadora y redacté  un corto anuncio de "gato perdido", o debería decir "dueño de gato perdido/se busca". Cuando terminé mi anuncio y lo imprimí afuera empezaba a la mañana y me di cuenta que mi peludo intruso me había mantenido despierta toda la madrugada, y claro, ahora el muy fresco se había transformado en una pelota y dormía placidamente en la profundidad del mueble donde se suponía debía guardar mi ropa. No quería pensar en las olorosas consecuencias de este problema, no, para nada.
Decidí darme una ducha y luego desayunar. Estaba de vacaciones, es verdad, pero como había prometido ayudar a mi madre en su negocio de libros usados, igual tenía que vestirme y luego irme a buscar a mi progenitora....Un momento... Juraba que si hacía más silencio, escucharía los ronquidos del gato. ¿Los gatos roncan? Bueno, no tengo idea, pero comprendí enseguida que no podía dejar todo mi departamento a expensas un animal tan escurridizo. Así que resolví llamar a mi madre y explicarle el problema de cuatro patas que tenía. Miré el reloj, aun era muy temprano, cerca de las seis y media, pero estaba segura que mi madre estaría ya despierta, preparando el desayuno para ella y mi padre y preparándose para ir a su negocio en cuanto yo pasara por ella. Cuando le conté lo que sucedía y que quería tomarme el día libre para buscar el dueño del gato, murmuró algo como "sabía que algo así iba a pasar".
- ¿Y qué hay de mañana?
- Mañana sí, iré.
Bien, después de despedirme de mi madre, quien se despidió con menos cortesía que la que usara para responder. Encerré al gato en el ropero, para que no se escapara o se perdiera en otra parte del departamento.. El gato me lanzó un dubitativo "miau" y me miró con ojos asombrados. Yo salí a dar una vuelta con las hojas que había impreso con la foto de mi felino amigo. Apenas empecé por la primera calle y luego de entrar en una tienda cercana, mi teléfono celular - el número que puse a disposición de quienes quisieran  contactarme - empezó a sonar como un objeto diabólico. Era una señora, quien dijo que el gato se parecía mucho a su mascota de nombre Timoteo. Me contó que hacía dos días que no lo veía y ya empezaba a preguntarme como podía hacer para verlo y llevarlo de regreso a casa cuando se interrumpió abruptamente:
- ¿Timoteo? - sentí que alejaba la voz del auricular - ¿Timoteo, eres tú? ... Oh, si, gato travieso...- pensé que iba a cortar, pero luego se acordó que yo estaba al otro lado de la línea - no, descuida niña, no es mi gato, Timoteo acaba de entrar a la cocina.
Fue entonces cuando comprendí que quizás me estaba embarcando en una misión casi imposible. ¿Cómo podía encontrar al verdadero dueño de ese gato pulgoso? ¿Cómo podía confiar en que no me engañarían?
Aun así, yo no podía quedarme con ese pobre animalito, tenía que buscarle un lugar, un hogar donde lo pudieran cuidar bien.Otras llamadas parecidas se sucedieron, incluso un señor muy alterado empezó a darme un sermón en tono enojado, preguntando por qué había secuestrado a su gatito Melquiades. Yo por mi parte, ya toda una recién estrenada experta en el tema, le pregunté como era su gato y el hombre dijo, o en todo caso, escupió, que su gato era naranja, como el famoso gato Garfield, entonces supe que mi gato no era su querido Melquiades.
Cuando llegué de regreso a mi departamento y liberé al gato de su oscuro encierro, me senté a su lado preguntándome una vez más que podía hacer yo con esa criatura. Las cajas al rededor mío, denunciaban que aun me faltaba mucho por hacer para volver habitable el lugar. Afuera empezó a llover copiosa y sorpresivamente.... y de pronto, sentí que una enorme gota cayó sobre mi nuca. Yo estaba sentada sobre una de mis tantas cajas.... Me apresuré a moverla de lugar  y miré el techo. Mi departamento estaba ubicado en el último piso de ese edificio de tres niveles. En cuanto a mi techo, era una geografía accidentada de manchas de humedad. De pronto, el gato y yo tuvimos que correr, salir de la habitación  donde el techo se había convertido en un colador. Afuera en la sala, el panorama no era mejor.
- Miauuu. - dijo el gatito, pegado a mi pierna, deseoso quizás de que lo protegiera de la lluvia.
- Lo mismo digo. - contesté desesperanzada.

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