martes, 28 de mayo de 2013

Julieta piensa: Es tiempo de leer clásicos

De un tiempo a esta parte me impuse la tarea de leer obras clásicas, y es que siendo la lectura una apasionante aventura no se puede ir por ahí desconociendo a quienes pusieron las bases de todo cuanto conocemos y leemos hoy día. En este momento estoy leyendo a Charles Dickens y Alejandro Dumas, y sí, también está esperando su turno el enorme libro donde se recopilan las obras de Shakespeare y que voy leyendo muy de a poco.
Confieso que no es tarea fácil, estoy mal acostumbrada a leer novelas policiales, thrillers vertiginosos que no dan respiro al lector. En cambio, muchas de las obras clásicas a las que pude acceder hojeando sus páginas,para curiosear, se desarrollan a un rítmo mucho más suave y lento, hay más descripción, más profundidad en los personajes, más filosofía a veces. Digo todo esto sin animo de menospreciar los thrillers que es un género que me encanta, es solo para reflejar la diferencia.
¿Y qué obras se consideran clásicas? Bueno, si vamos a guiarnos por google y las referencias encontradas, en el fondo ni siquiera estoy leyendo obras clásicas, es decir obras de Platón, Sócrates, Aristóteles y otros autores de la antigua Grecia. No, ni siquiera estoy leyendo, a menos de momento,  El Cantar del Mio Cid o Don Quijote, obras cumbres de la literatura española. Digamos que mi humilde incursión de momento está centrada en las obras universales tantas veces mencionadas y editadas. ¿Lograré leer todas las obras que se supone todo amante de la lectura debe conocer? No lo sé, pero ya estoy dando mis primeros pasos y mi estante esta repleto de libros que esperan pacientemente su turno. Ya tendrán noticias de mis avances por esos rumbos, pero tengan paciencia que no es posible leer estos libros a las corridas. Además, lo confieso, sigo leyendo el enorme libro de Ken Follet sobre la Primera Guerra mundial que no es una novela "clásica" pero que me tiene ocupada desde hace más tiempo. ¿Será que soy la única que tiene la mala costumbre de leer más de un libro a la vez?


miércoles, 22 de mayo de 2013

Julieta piensa: Feliz cumpleaños Sir Arthur Conan Doyle, gracias por crear a Sherlock Holmes

Hola amigos, con motivo de conmemorarse hoy el nacimiento de Sir Arthur Conan Doyle  les traigo una curiosidad que encontré en youtube sobre él, es al parecer una de las pocas sino la única entrevista grabada que se tiene del escritor. En ella nos cuenta como se inspiró para crear a su mítico detective y otras cosas más, espero les guste.
Sir Arthur Conan Doyle nació el 22 de mayo de 1859 en Edimburgo, Escocia y falleció el 7 de julio de 1930 en Crowborough http://www.nytimes.com/learning/general/onthisday/bday/0522.html, Susexx, Inglaterra. A él le debemos la creación del personaje de Sherlock Holmes, con sus apasionantes historias, muchas veces llevadas a la televisión y también a la pantalla grande. ¿Quien de adolescente no se ha sumergido en una de sus relatos, a la espera de descubrir quien es el asesino de turno? Junto con Agatha Christie, sus novelas han sido para mí todo un deleite, convirtiéndome en una asidua lectora de las novelas de misterio. Podría decir mucho más, pero  basta de palabras, les dejo con el video y espero les guste.



domingo, 12 de mayo de 2013

Julieta piensa: goteras y flores

En cuanto llegué a mi departamento, en el momento en que pagaba el taxi, un aguacero repentino se abalanzó sobre la ciudad, dejándome empapada. Entré corriendo y antes de cambiarme, me dispuse a repartir las ollas y sartenes por todas partes... En eso estaba cuando se escuchó el timbre de la puerta...Me quedé de una pieza y algo sorprendida porque no esperaba a nadie. ¿Quien podía ser?
- Soy yo, - dijo una voz masculina que me sonaba vagamente conocida - Ricardo, quiero disculparme por como me comporté, por favor, me puedes abrir.
No podía creerlo, él. Debió haber salido justo detrás de mi para llegar así tan rápido. Mi departamento se hacía agua y las cacerolas empezaban a dar su concierto de goteras, clack, clack, clack. El golpeó la puerta y yo decidí que no perdía nada en atenderle. Así que le abrí y él entró raudamente para ponerse delante de mi.
- Estas empapada. - fue lo que dijo entonces, algo que era más que obvio y luego miró a su alrededor así que esperé que mencionara las goteras, pero no lo hizo - Lo siento Julieta, vine a disculparme, me porté como un burro contigo, verás soy un poco exagerado a veces en mis reacciones...- tenía en las manos un ramo de flores - por cierto, esto es para tí, espero que sepas disculparme y darme otra oportunidad, nuestra cita aun no había empezado y yo la arruiné supongo.
Estaba a punto de darle la razón, pero él siguió sin dejarme hablar.
- Por favor, acepta las flores y acepta salir conmigo otra vez, se que no cenaste y es por mi causa...
En eso una enorme gota cayó sobre su cabeza y se deslizó por el cuello de su camisa, haciendo que diera un respingo... era una gota nueva y a esa gota siguieron otras, empapándolo a su vez.
Yo esperé que maldijera o que protestara, en cambio, él empezó a reirse y yo con él, fui a traerle una toalla y tomé las dichosas flores para ponerlas luego en un jarrón. Nos refugiamos en la cocina, en un sector libre de goteras y le pregunté si que le parecía la idea de pedir un delivery, él aceptó... Entonces, empapados y sin parar de reirnos, comenzó realmente nuestra cita.

jueves, 9 de mayo de 2013

Julieta piensa: Cita accidentada o la continuación de la historia del gato y las goteras, segunda parte

Mi caballero de la brillante armadura se puso al mando de su brioso corcel... Es decir, Ricardo, luego de cerrar amablemente mi puerta, subió a su vez y encendió el motor de su enorme camioneta. Puso la radio, donde sonaba una música alegre y luego sonrió, preguntándome como había ido mi día, pero luego de mirarme y de pronto, para mi gran susto frenó de golpe. Yo pensé que intentaba esquivar a algún otro vehículo, pero no se veía a nadie por ningún lado.
- ¿Qué pasa? - pregunté, sobresaltada.
- Tu chicle. - dijo él, extendiendo la mano hacia mí.
Yo me quedé mirándolo sin entender, pero él insitió, señalando mi boca y su mano. No lo podía creer, me estaba pidiendo que le diera mi chicle. Aquello parecía una mala película sobre niños traviesos o algo así. Le volví a preguntar lo que quería y él me dijo que nadie tenía derecho a comer nada, menos aun chicle en su auto, porque el tapizado era muy caro. Yo, más por asombro que por otra cosa, obedecí y entonces él tiró el chicle dentro de una bolsita que llevaba en la guantera del auto y esa bolsita pronto encontró su destino en un basurero de la calle.
Reanudamos nuestro viaje en silencio y pronto llegamos a nuestro destino. Se trataba de una de esas casas lujosas transformadas en restaurante donde todo exuda lujo. De pronto, mis vaqueros, aunque nuevos quedaron muy fuera de lugar, allí todo el mundo parecía vestido para una fiesta, incluso mi acompañante con su pantalón negro y camisa cara estaba a tono con la ocasión. Nos abrió la puerta un hombre entrado en años, vestido con levita, saludando a Ricardo como un viejo conocido. El mismo nos guió a una mesa ubicada en lo que parecía un balcón bajo y cerrado, donde un amplio ventanal tenía vista al jardín trasero, más exactamente a una piscina con cascada decorada con luces y velas flotantes. Muy romántico. Estaba por decir que todo se veía muy bonito pero fui interrumpida por el teléfono de Ricardo quien se apresuró a atender. Mientras tanto, el mozo se apresuró a servirnos agua en dos finísimas copas de vidrio y yo, sin querer, derramé la copa llena, mojando el mantel con el agua fría... ¡Y parte del agua fue a parar al regazo de Ricardo quien pegó un respingo! Claro que me disculpe y el mozo repuso rápidamente la copa, que gracias al cielo no se rompió. Todo hubiera seguido su curso normal de no ser porque en ese momento pude comprobar que el dueño de Rocky no solo era un maniatico del orden sino un histérico, porque minutos después de lo ocurrido seguía quejandose de la tela cara de su pantalón, que quien sabe como quedaría, que por suerte no fue vino pero aun asi y no se que cosas más. Yo no había aceptado su invitación para ser tratada como una especie de retrasada mental o algo así, y ya me estaba cansando de sus exquiciteses. Así que fingí una llamada, es más, saqué mi teléfono y me puse a hablar con quien supuestamente me había llamado y le dije a Ricardo que debía irme.
- ¿Quieres que te lleve? - preguntó, ahora un poco más calmado y otra vez un tanto encantador.
Yo dije que no, que tomaría un taxi.....y así me despedí de él. No me importaba que se viera como un adonis o un galán de telenovela, sospechaba que el resto de la noche me seguiría tratando como si él fuera el profesor estricto y yo la alumna que no sabía hacer nada, asi que preferí mancharme. Dije adiós con la mano y me despedí para siempre del dueño del gato intruso.


miércoles, 1 de mayo de 2013

Julieta piensa: cita accidentada o continuando con la historia del gato y las goteras, etc. Primera parte

Hola amigos, vengo a pagar una deuda que tengo con ustedes, es decir a contarles finalmente qué pasó luego de haber encontrado al dueño del gato que se había colado por la ventana de mi nuevo departamento la noche misma del día que me mudé. Pues bien, Ricardo, el dueño de Ricky, como ya saben me invitó a cenar y como imaginarán yo acepté encantada.
Quedamos pues en salir aquella noche, él vendría a buscarme a eso de las 8.
Mis cosas, incluso mis ropas seguían aun embaladas dentro de las cajas de la mudanza, y por cierto que alguna de las cajas, junto con su contenido, se habían visto dañadas por el aguacero que se había desatado dentro de mi nuevo hogar con la última lluvia, así que buscar qué ponerme fue toda una proeza. Primero localicé un vaquero negro que usaba para salir. Lo saqué de la bolsa y agradecí que no se hubiera arrugado tanto, porque entonces me di cuenta que tampoco tenía plancha. Encontrar qué ponerme arriba fuer harina de otro costal. Además, todo parecía tener polvo u olor a humedad, yo misma me sentía sucia aunque acababa de salir de la ducha. Aquello era un caos.
Finalmente y cuando casi estaba por ser las ocho, logré ubicar, de las profundidades de una bolsa con ropas, una blusa lila con florecitas blancas que me sentaba muy bien. Sobre la cama quedó una montaña de ropas de todos los colores y texturas. Más tarde me ocuparía en guardarlas.. Los minutos pasaban. Me miré al espejo y me di cuenta que mi cabello estaba tan caótico como mi habitación. Lo peiné como pude y luego busqué mi maquillaje...
¿Dónde estaban mi delineador y el labial? ... Al parecer, me había acordado de traer de casa de mis padres todos mis libros pero no mi maquillaje... Si, debe ser el precio de ser ratón de biblioteca. Por fortuna tenía en mi cartera un brillo de labios, por lo demás, debía contentarme con ir al natural... Una gota de perfume...
En eso sonó mi teléfono. Era un mensaje de Ricardo para anunciarme que ya estaba abajo esperándome. Me tropecé con una caja y aterricé sobre un par de zapatos deportivos viejos. 
- Ya voy. - contesté, llamándolo, y creo que mi voz sonaba como si hubiera corrido una maratón.
Me apresuré a buscar algún zapato que fuera elegante e ideal para salir. Aquello fue tropezarse con más cajas, pero finalmente logré localizar un par de suecos que podrían servir. Tomé mi cartera y bajé.
 El me esperaba parado junto a su camioneta negra, radiante como un actor de cine. Y disculpen que vuelva a sonar como radionovela romántica de antaño, pero se veía fenomenal, y si, como en esas historias de color de rosa, me dejó sin aire. El sonrió al verme y dijo que estaba hermosa, luego abrió la puerta de la enorme cabina y me ayudó a trepar en los confines oscuros de la misma. La noche estaba estrellada y hermosa. Yo sonreía como si me hubiera golpeado la cabeza con un ladrillo...(continuará, como dicen en la televisión, y esto último va para las chicas, para que tengan idea como se veía mi cita aquella noche...)