domingo, 12 de mayo de 2013

Julieta piensa: goteras y flores

En cuanto llegué a mi departamento, en el momento en que pagaba el taxi, un aguacero repentino se abalanzó sobre la ciudad, dejándome empapada. Entré corriendo y antes de cambiarme, me dispuse a repartir las ollas y sartenes por todas partes... En eso estaba cuando se escuchó el timbre de la puerta...Me quedé de una pieza y algo sorprendida porque no esperaba a nadie. ¿Quien podía ser?
- Soy yo, - dijo una voz masculina que me sonaba vagamente conocida - Ricardo, quiero disculparme por como me comporté, por favor, me puedes abrir.
No podía creerlo, él. Debió haber salido justo detrás de mi para llegar así tan rápido. Mi departamento se hacía agua y las cacerolas empezaban a dar su concierto de goteras, clack, clack, clack. El golpeó la puerta y yo decidí que no perdía nada en atenderle. Así que le abrí y él entró raudamente para ponerse delante de mi.
- Estas empapada. - fue lo que dijo entonces, algo que era más que obvio y luego miró a su alrededor así que esperé que mencionara las goteras, pero no lo hizo - Lo siento Julieta, vine a disculparme, me porté como un burro contigo, verás soy un poco exagerado a veces en mis reacciones...- tenía en las manos un ramo de flores - por cierto, esto es para tí, espero que sepas disculparme y darme otra oportunidad, nuestra cita aun no había empezado y yo la arruiné supongo.
Estaba a punto de darle la razón, pero él siguió sin dejarme hablar.
- Por favor, acepta las flores y acepta salir conmigo otra vez, se que no cenaste y es por mi causa...
En eso una enorme gota cayó sobre su cabeza y se deslizó por el cuello de su camisa, haciendo que diera un respingo... era una gota nueva y a esa gota siguieron otras, empapándolo a su vez.
Yo esperé que maldijera o que protestara, en cambio, él empezó a reirse y yo con él, fui a traerle una toalla y tomé las dichosas flores para ponerlas luego en un jarrón. Nos refugiamos en la cocina, en un sector libre de goteras y le pregunté si que le parecía la idea de pedir un delivery, él aceptó... Entonces, empapados y sin parar de reirnos, comenzó realmente nuestra cita.

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