miércoles, 1 de mayo de 2013

Julieta piensa: cita accidentada o continuando con la historia del gato y las goteras, etc. Primera parte

Hola amigos, vengo a pagar una deuda que tengo con ustedes, es decir a contarles finalmente qué pasó luego de haber encontrado al dueño del gato que se había colado por la ventana de mi nuevo departamento la noche misma del día que me mudé. Pues bien, Ricardo, el dueño de Ricky, como ya saben me invitó a cenar y como imaginarán yo acepté encantada.
Quedamos pues en salir aquella noche, él vendría a buscarme a eso de las 8.
Mis cosas, incluso mis ropas seguían aun embaladas dentro de las cajas de la mudanza, y por cierto que alguna de las cajas, junto con su contenido, se habían visto dañadas por el aguacero que se había desatado dentro de mi nuevo hogar con la última lluvia, así que buscar qué ponerme fue toda una proeza. Primero localicé un vaquero negro que usaba para salir. Lo saqué de la bolsa y agradecí que no se hubiera arrugado tanto, porque entonces me di cuenta que tampoco tenía plancha. Encontrar qué ponerme arriba fuer harina de otro costal. Además, todo parecía tener polvo u olor a humedad, yo misma me sentía sucia aunque acababa de salir de la ducha. Aquello era un caos.
Finalmente y cuando casi estaba por ser las ocho, logré ubicar, de las profundidades de una bolsa con ropas, una blusa lila con florecitas blancas que me sentaba muy bien. Sobre la cama quedó una montaña de ropas de todos los colores y texturas. Más tarde me ocuparía en guardarlas.. Los minutos pasaban. Me miré al espejo y me di cuenta que mi cabello estaba tan caótico como mi habitación. Lo peiné como pude y luego busqué mi maquillaje...
¿Dónde estaban mi delineador y el labial? ... Al parecer, me había acordado de traer de casa de mis padres todos mis libros pero no mi maquillaje... Si, debe ser el precio de ser ratón de biblioteca. Por fortuna tenía en mi cartera un brillo de labios, por lo demás, debía contentarme con ir al natural... Una gota de perfume...
En eso sonó mi teléfono. Era un mensaje de Ricardo para anunciarme que ya estaba abajo esperándome. Me tropecé con una caja y aterricé sobre un par de zapatos deportivos viejos. 
- Ya voy. - contesté, llamándolo, y creo que mi voz sonaba como si hubiera corrido una maratón.
Me apresuré a buscar algún zapato que fuera elegante e ideal para salir. Aquello fue tropezarse con más cajas, pero finalmente logré localizar un par de suecos que podrían servir. Tomé mi cartera y bajé.
 El me esperaba parado junto a su camioneta negra, radiante como un actor de cine. Y disculpen que vuelva a sonar como radionovela romántica de antaño, pero se veía fenomenal, y si, como en esas historias de color de rosa, me dejó sin aire. El sonrió al verme y dijo que estaba hermosa, luego abrió la puerta de la enorme cabina y me ayudó a trepar en los confines oscuros de la misma. La noche estaba estrellada y hermosa. Yo sonreía como si me hubiera golpeado la cabeza con un ladrillo...(continuará, como dicen en la televisión, y esto último va para las chicas, para que tengan idea como se veía mi cita aquella noche...)


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