Las primeras páginas fueron casi una lenta repetición del primer libro, pero luego, finalmente, la historia cobra impulso y sigue, y vemos a Brooke convivir con los difíciles altibajos del desorden mental de Remy y a Remy luchando para no herir a Brooke cuando se encuentra en la etapa más oscura de su trastorno bipolar. Los celos y la posesión pueden ir y de hecho van aquí de ambos lados, tanto él como ella se reclaman mutuamente pertenencia total y ambos luchan juntos contra sus demonios internos y externos, creciendo a la par, como personas y más. Su amor es como una lucha de boxeo, sin tregua, sin pausa, erótica y avasalladora, una hermosa historia formada por dos personajes muy humanos.
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Ahora me falta leer el tercer libro de la trilogía, donde escucharemos la voz de Remy.
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