jueves, 21 de marzo de 2013

Julieta piensa: Otro día de lluvia... hablando de goteras, primera parte

Afuera llueve como si el mundo fuera a acabarse, y eso me recuerda que tengo pendiente contarles de mi breve aventura de independencia que duró hasta que el departamento que alquilaba se hizo agua, o sea, solo un año.
Pero empecemos desde el principio. El calendario marcaba entonces el uno de enero de un año atrás cuando al fin subí todas las cajas con mis pertenencias a mi pequeña camioneta Susuki Vitara de dos puertas. No entraba ningún alfiler. Si me descuidaba, ni siquiera tendría lugar para sentarme y manejar.  Era una mañana de domingo soleado, sin nubes, hacía calor. Había llegado el día de la programada mudanza. Mis padres, que miraban mis preparativos parados en la acera, no estaban muy contentos. Mi madre reclamaba que yo me olvidaría de ellos, y mi padre, acariciando su espalda, le decía que yo ya era lo suficientemente grande para saber lo que hacía.
- Mamá, solo me mudo a unas cuadras. - le dije yo
- Si, pero te llenarás de tantas actividades que no tendrás tiempo de visitarnos.
- Mamá, te olvidas que aun seguiré trabajando en el negocio contigo...
- No es lo mismo.
Cuando a mi madre se le ocurre algo es mejor no contradecirle. Todo lo que pude hacer entonces, fue abrazar a ambos muy fuerte. Se preguntarán ustedes porqué esperé tanto para dar este paso. Bien, creo que   la explicación más acorde a la verdad es que padezco de mamitis crónica, y además, en mi país, un en pleno siglo XXI, generalmente, cuando una mujer sale de casa de sus padres es porque va a casarse...Ya lo sé, suena a prehistoria, pero esa es la creencia de mis queridos padres.
En fin, luego de despedirme de ellos con un gesto de la mano y una sonrisa lagrimosa, arranqué el motor y enfilé rumbo a mi destino. No muy lejos, tal como dije, el nuevo departamento solo quedaba a cinco cuadras de la casa de mis padres. Llamé al timbre de la dueña del edificio que me entregó las llaves y subí a mi nuevo hogar. Me dieron la bienvenida unas paredes que pronto tendría que renovar y unos muebles un poco viejos, pero aprovechables.. Al pasar, ví por ahí un hombrecito dibujado con lápiz, más allá una enorme figura redonda simulaba un sol, hecho con marcador. Supuse que los antiguos inquilinos eran los progenitores de un Monet en ciernes. Sus dibujos ocupaban la mayor parte de la sala y yo decidí quitarles una foto antes de cubrirlas. ¿Quien podría garantizarme que mañana aquellas no fueran las primeras obras de un exitoso pintor?
Cuando bajé la última caja y me senté en el sillón, aun cubierto por una vieja sábana, miré a mi alrededor y lancé un suspiro, la aventura recién empezaba. Tenía todo un mes - durante mis vacaciones - para poner el lugar en condiciones. Ya  iré contándoles como fue aquello. En las entradas que sigan encontrarán un poco de plomería, pintura, decoración de interiores, cocina, y claro, los libros que en ese momento estaban, como el resto de mis cosas, guardados en miles de cajas, esperando ver la luz del día.



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